A lo largo de 125.000km que atraviesan las vías pecuarias españolas, cruzan una gran diversidad de paisajes culturales asociados a la trashumancia. El ganado y la naturaleza silvestre que lo acompaña han esculpido la mayor parte de estos paisajes. Vacas, ovejas, cabras y caballos se han encargado de mantener los procesos ecológicos que realizaban hace miles de años los grandes herbívoros silvestres, hoy desaparecidos, actuando como transporte y “reserva” de biodiversidad gracias a la gran cantidad de semillas que viajan adheridas a la lana o al pelo de los animales y en sus intestinos, dispersándolas junto al fertilizante natural de sus excrementos.
Desde los pastos y praderíos húmedos en los agostaderos de montaña de la cornisa Cantábrica o los Pirineos, a las dehesas de encinas y alcornoques de invernada en la Sierra Morena y Extremadura, las Cañadas Reales atraviesan el mar agrícola de viñedos, cereales, girasoles y olivares de las mesetas castellanas. Durante siglos crearon y mantuvieron una banda de territorio reservada al pastoreo trashumante que protegía su recorrido. Hoy en día podrían convertirse en la única reserva de biodiversidad que conecte ambos extremos frente a la amenaza de la severa intensificación agrícola actual.