Tras la segunda guerra mundial, los países más desarrollados plantearon al mundo un modelo de intensificación de la producción de alimentos. Para producir más cantidad se industrializaron los procesos agroganaderos con el uso masivo de los denominados “agroquímicos” y la concentración en monocultivos y grandes granjas industrializadas. Se le llamó “Revolución Verde” y consiguió aumentos espectaculares de la producción y grandes beneficios económicos.
Actualmente la tendencia mayoritaria de la agricultura moderna es la intensificación agrícola. Un negocio por encima del desarrollo sostenible y de las nefastas consecuencias para la salud del medio natural y del ser humano.
Así, el uso de productos químicos de síntesis (no se encuentran en la naturaleza) o agroquímicos, que pretenden maximizar las cosechas y evitar las enfermedades, trae consigo numerosos efectos adversos. Dentro de estos productos agroquímicos, los hay de los siguientes tipos:
Para ahorrar en costes de producción y aumentar el beneficio económico las pequeñas parcelas cultivadas por familias o grupos locales (ANTES) se han ido concentrando en grandes campos más fáciles de mecanizar gastando menos y empleando menos mano de obra (Concentración Parcelaria) (DESPUÉS).