La trashumancia es el desplazamiento anual de los rebaños desde los pastos de invierno a las de verano, y viceversa.
Viene del prefijo latino «trans-» (aunque pierde la n), que significa de un lado a otro, y de la palabra latina «humus», que significa tierra. Etimológicamente …“De una tierra a a otra”
*¡Por cierto! de esta misma palabra «humus» proceden también humano y humana!
La trashumancia evoluciona imitando las rutas de los grandes herbívoros silvestres que habitaban la península Ibérica hace miles de años. El clima mediterráneo, especial de la península Ibérica, la influencia atlántica (cercanía al océano), continental y la orografía obligaba a estos animales a desplazarse para alimentarse donde hubiera alimento (pastos necesarios). El ser humano los seguía para cazarlos y aprovechar los recursos de esas rutas para igualmente alimentarse
Para facilitar la obtención de esos recursos, el ser humano optó por la domesticación de los animales. Se desarrollaron diferentes prácticas de manejo y cuidado de algunas de estas especies para aumentar su reproducción (más descendencia), mejorar su calidad como alimento, etc. Así, la trashumancia permitió adaptar las necesidades de alimento de los animales a los cambios en la disponibilidad a lo largo del año.
Este proceso de coevolución humanos-animales se llevó a cabo “sobre la marcha” por estos pueblos nómadas. Así, el ser humano aprendió a domesticar a los animales y el manejo de la vegetación, lo que permitió producir más y mejor alimento para su ganado en las condiciones ecológicas particulares de cada ruta.
Por ejemplo: Un cuidado manejo del fuego para mejorar las especies vegetales alimento del ganado, aumentar la fertilidad de los suelos, evitar la erosión, entre muchas otras hazañas de buen manejo y cuidado.
Los paisajes de la península Ibérica son, en conclusión, domesticaciones de los ecosistemas del bosque mediterráneo original. Las culturas trashumantes, los construyeron a su medida, para optimizar la producción de alimento (carne, leche, lana, madera, fibras, leñas etc…) de forma totalmente sostenible y compatible con una gran biodiversidad silvestre dependiente de sus cuidados.
Poco a poco, los pueblos ganaderos fueron dejando la trashumancia y adaptándose al entorno. Gracias a esto aprendieron unos usos, costumbres y conocimientos que desarrollaron su identidad local. Su historia es digna de conocer.
En la actualidad, la pérdida de los movimientos trashumantes en favor de la intensificación ganadera, se traduce en una pérdida de patrimonio cultural y una degradación de los ecosistemas muy peligrosa en tiempos de cambio global. Esto convierte a las vías pecuarias en rutas imprescindibles para la supervivencia de los animales y de las personas que los acompañamos (pastores) y consumidores (todas las personas).